Lo que se espera de las madres
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8 de febrero de 2023La oficina y la crianza ¿son compatibles?
Por Paula Díaz de Arcaya
La maternidad, allí donde es deseada, tiene algo más que el vínculo entre dos partes que se
dispensan amor, atención y miradas. El maternaje, propiamente dicho está conformado,
además de las muestras de afecto, el cariño, el contacto, los límites y los encuadres que
proponemos los/las adultos/as, por toda aquella labor que no se ve pero se siente. Cuidar y
cuidarnos (autocuidado), cocinar, lavar, hacer la tarea, organizar cumpleaños, coordinar las
salidas de nuestros hijas e hijos, pensar en qué comer, comprar la comida, hacer la comida,
etc. forma parte de la economía del cuidado de una familia con gran impacto social y
económico.
Todas estas acciones que conforman una estructura laboral de responsabilidad y sostenimiento
diario, no sólo no es remunerada, sino que además se suman condiciones de consideración
social que lo hacen casi una trampa: es un trabajo al cual no se puede renunciar, sobre el cual
no se puede argumentar cansancio y del que “no se puede” renegar. Y como si esto fuera poco,
las condiciones materiales de su ejercicio son -en el mejor de los casos- bajo pactos
negociados con otro/a (una pareja); pero no hay reglas, leyes, sindicatos que puedan arbitrar y
enmarcar en esa relación que ni si quiera es nombrada como tal.
Para tratar de entender si quiera si es posible conciliar el trabajo no remunerado de la
persona (que mayoritariamente en nuestro país está desempeñado por mujeres) en relación
con la crianza de sus hijos/as, las tareas de cuidados que despliega, la provisión de los bienes
que se consumen el domicilio, los traslados que realiza, etc. es necesario asignarle el valor que
estas funciones tienen para el sostenimiento de una sociedad. En general, esto es más fácil
de visualizar, cuando quienes trabajan fuera de su casa (y lo hacen por varias horas) deben
delegar en una o en varias personas todas estas tareas diarias.
Esto pone en evidencia algunas cuestiones:
- La mujer que se queda en su casa no solo TRABAJA, sino que lo hace a destajo, tiene
una sobrecarga psíquica y una sucesión de problemas coyunturales diarios que la
implican física y psíquicamente, sin percibir remuneración alguna. - Las mujeres que se ocupan a diario de nuestra reproducción (lavar, planchar,
acompañar, cocinar, llevar y traer, acarrear, etc.) hacen una tarea inmensa, inigualable,
agotadora, mal remunerada y también deben dejar a sus hijos/as al cuidado de otras
mujeres. - Otras integrantes de la familia -también mujeres-, realizan estas tareas sin paga alguna.
Ahora nos podemos preguntar ¿qué parte de ese trabajo nos da placer? ¿Cuánto de eso que
hacemos, no solo que no lo hacemos por nuestros hijos/as, sino que si pudiéramos, dejaríamos
de hacerlo? ¿Cuántas familias pueden disponer de dinero para pagar por esas tareas de
cuidado y cuántos niños y niñas se ven en situación de quedarse con hermanos/as mayores y,
en el mejor de los casos al cuidado de otro integrante de la familia?
¿De qué hablamos cuando nos referimos a conciliar el trabajo no remunerado con el que sí lo
es? ¿De poder sostenerlo a costa de un cansancio agotador? ¿De perder la paciencia al primer
“mamá”? ¿De trabajar doble los fines de semanas para la reproducción de la existencia y
resolver cuestiones del trabajo remunerado externo que quedaron sin hacer?
¿Qué pasa con aquellas mujeres que retomaron sus trabajos remunerados, pero lo hacen
desde sus casas? ¿A alguien se le ocurre dimensionar lo que implica estar en una reunión y
que tu hijo o hija grite detrás de la puerta? ¿Qué pasa con la salud metal de las mujeres que
criamos?
Nos urge transformar las condiciones en las que criamos, porque el criar es un trabajo de fuerte
incidencia en el PBI de un país, porque se conforma de hora-mujer a gran escala y porque
además esa misma persona, debe sostener el hogar con su aporte en un trabajo externo
remunerado o bien, relegando sus deseos de hacerlo.
Nos urge pensar estrategias reales para que el trabajo remunerado permita un espacio de
realización por fuera de la esfera de lo privado y que al mismo tiempo el cuidado de nuestros
hijos e hijas recupere todo lo placentero que se puede alojar en un espacio cuando somos
disfrutadoras y no las sostenedoras de una estructura que nos aplasta, nos debilita y no
extenúa.
Cuando nos preguntamos si se pueden conciliar estas dos dimensiones. Todas repetimos en
automático que sí. Sin embargo, creo que el desafío es pensar realmente en conciliación y no
en la realización en automático porque “es lo que hay que hacer”.
Luego, esta atomización de tareas, podríamos pensarla a la luz de la precarización del trabajo
de las mujeres, la asignación de puestos de baja jerarquía, y en consecuencia la brecha salarial
en la que esta se cristaliza. ¿Esto quiere decir que no hay mujeres exitosas en sus trabajos
remunerados? Por supuesto que las hay. Y, seguramente, también hay elecciones detrás de
cada historia personal que no están sujetas a análisis. El punto, sería pensar no las elecciones
personales sino en las no elecciones de aquellas mujeres que se ven en la necesidad de
sostenerlo todo a costa de su salud física y psíquica de gran impacto en la salud de la familia
ante la falta de condiciones estructurales que posibiliten otras elecciones
El rol del Estado, el desarrollo de políticas públicas que contemplen la compensación de las
arbitrariedades de un sistema económico y social tecnológico e individualista, quizás pueda
devolver una mirada sobre la importancia que tiene la crianza y el sostenimiento de la misma
para la sociedad en su conjunto. Esto equivale a pensar, entre otras cosas, en licencias por
maternidad y paternidad que reflejen el costo real de cuidar niños y niñas, no sólo en términos
monetarios sino en términos de tiempo y recursos humanos. Equivale a pensar la alimentación
y su dimensión epidemiológica y de salud pública, pero por sobre todas las cosas, equivale a
pensar en qué importancia tiene la crianza de los niños y las niñas y la salud integral de los y
las adultas que la sostenemos.
Paula Díaz de Arcaya socióloga y Puericultora de la ACADP
@paulapuericultora