“En el mercado de hoy es más ‘aceptable’ ver una mamadera que una madre con su pecho amamantando”, dice Iardena Stilman, directora ejecutiva de Asociación Civil Argentina de Puericultura.

Es claro que los seres humanos somos mamíferos, solo que, al estar atravesados culturalmente, generalmente olvidamos nuestra condición e instinto.

La lactancia materna es natural y característica de nuestra especie​ que ha sobrevivido gracias a ella en épocas remotas. A lo largo de los siglos y en todo el planeta, la lactancia se ha producido de forma habitual hasta los dos a siete años.

Es en el inicio del siglo XX cuando -junto a los cambios socio-económicos y como parte de las consecuencias de la revolución industrial- ingresan de manera masiva las mujeres a realizar trabajos remunerados lejos del hogar y por largas horas. Inevitablemente y por necesidad, los destetes comenzaron a ser cada vez más prematuros.

Para sustituir la leche materna, se suministraba leche de vaca, cabra y otros animales de granja. El sistema digestivo del bebé no está preparado para recibir esta alimentación y es así como aparece la leche de fórmula: una leche de vaca a la que se le sustraen las proteínas que no puede digerir el bebé.

Es un alimento que, si bien hoy está fortalecido con nutrientes y vitaminas, no puede igualarse nunca a la leche que produce una persona. Una leche única para cada bebé y en cada momento de su desarrollo.

Pero, como bien dijimos al comienzo, estamos intervenidos culturalmente y los intereses económicos son importantes. En el mercado de hoy, es más “aceptable” ver una mamadera que una madre con su pecho amamantando. En los hospitales, clínicas y consultorios vemos complementar con fórmula a bebés, cuyas madres quieren y pueden amamantar, con motivos que resultan irrisorios.

La Organización Mundial de la Salud, UNICEF y distintas asociaciones pediátricas internacionales recomiendan la lactancia humana exclusiva hasta los seis meses y la continuidad de la lactancia con la incorporación de alimentos complementarios hasta los dos años y más.

Esta recomendación está basada en evidencia científica que demuestra:

Beneficios en el bebé/niño de la lactancia materna

Los niños amamantados siguen recibiendo beneficios inmunológicos.

La leche humana no pierde propiedades con el paso del tiempo; de hecho, cambia su composición constantemente para ofrecer la mejor nutrición: un niño que es amamantado de dos o más años recibe el 33% de sus necesidades calóricas a través de la leche humana.

Se ha evidenciado que entre los niños amamantados se da una menor incidencia de algunos tipos de cánceres, como la leucemia.

Los niños amamantados prolongadamente tienen menos riesgo de desarrollar enfermedades endócrinas, obesidad y diabetes.

Favorece un correcto desarrollo bucodental, evitando la formación de caries.

Diversos estudios han investigado la relación entre cocientes intelectuales mayores en niños amamantados. Uno de los estudios realizados en Estados Unidos, señala que las habilidades mentales y motoras de los niños amamantados eran superiores a los alimentados con leche de fórmula y que las puntuaciones eran más altas cuanto más tiempo se prolongaba la lactancia.

Beneficios para la madre

Varios estudios demuestran que el riesgo de desarrollar un carcinoma de mama disminuye a medida que se prolonga la lactancia.

Otros trabajos de investigación comprueban que dar el pecho durante más de un año tiene una acción protectora frente a los tumores malignos de ovarios.

Reduce el riesgo de diabetes tipo 2.

Protege de la osteoporosis.

Ayuda a mantener el peso.

Disminuye los riesgos de padecer hipertensión e infarto de miocardio.

Disminuye el riesgo de padecer enfermedades, como hígado graso no alcohólico y esclerosis múltiple.

No se han constatado ni riesgos físicos ni psicológicos en niños amamantados de más de dos y tres años. No se ha evidenciado ninguna relación entre lactancia extendida y caries ni tampoco entre lactancia prolongada y malnutrición en países desarrollados.

Aunque en otras culturas es habitual y cotidiano, la lactancia humana después del año es poco habitual en los países occidentales. Muchas familias encuentran barreras y rechazos de parte de la sociedad, de parte del personal de salud o incluso dentro de sus propias familias.

Por otra parte, el término “lactancia materna prolongada” puede llevar a confusión, porque prolongar significa hacer que algo dure más de lo normal o establecido. El uso de este término puede hacer pensar que la lactancia en niños mayores a un año se considera como algo que está más allá de las recomendaciones.

El mayor problema de la lactancia humana más allá del año de edad es el rechazo social y profesional por mitos, prejuicios o desconocimiento de la evidencia científica actual. Es importante que cada familia pueda tomar decisiones con información y, si su deseo es continuar con la lactancia, el deber de los profesionales es apoyarlos en su decisión y darles las herramientas necesarias para superar las dificultades que puedan surgir.