¿Qué sucede hoy con esa mujer que quiere amamantar a sus hijos/as, trabaje o no? ¿Qué le pasa a esa mujer? ¿Qué puede hacer con la información que obtiene a través de las redes y por los medios de comunicación? 

Por Iardena Stilman

Desde siempre, con mayores o menores diferencias culturales, la humanidad ha vivido en tribus o comunidades. En nuestra sociedad, hasta no hace mucho, una mujer se casaba y se iba a vivir cerca de su madre o bien de su suegra. De no contar con esa familia de origen, siempre estaban las vecinas, bien predispuestas, con nombre y apellido. Criábamos a nuestros hijos junto a otros niñes y tomábamos y ejercíamos el rol de madres junto a otras madres. Nuestras propias madres, criaban a sus hijes en casa, las vimos en sus quehaceres cotidianos y aprendimos observándolas.

Y así fue hasta que comenzamos a pelear batallas y ganar algunos espacios de equidad e igualdad y comenzamos a nutrir con nuestras habilidades, capacidades e inteligencias el mercado laboral.

La industria vio la oportunidad de reemplazar algunos aspectos fundamentales para la maternidad a la luz de estos cambios históricos y desarrollar más y nuevos negocios a nuestra costa mostrándose, en la mayoría de los casos, como aliados necesarios e indiscutibles para la igualdad. Entre varios, resalta la producción de leche de fórmula que fue ganando terreno con imágenes de madres empoderadas mamadera en mano. Bebés blancos y rollizos tomando leche desde una tetina en brazos de esbeltas y elegantes mujeres con taco aguja y trajecito sastre.

Los niños y madres con tez oscura, más parecidos a la tribu del manual Kapelusz, quedaron para las fotos donde se da teta y se los porta en fular, símbolo de la maternidad de pueblos originarios.

Los senos, las tetas, ganaron espacio en los medios: la televisión, las revistas de moda, las publicidades de cualquier cosa pero comenzaron a generar escándalo al ser mostrados, y vistos, alimentando a un bebe con leche humana.

Por suerte, la cultura es un fenómeno vivo, cambiante y está escandalización de la teta, o la polarización entre mujer madre y mujer profesional se está revirtiendo. Gracias, una vez más en la historia, a la acción y lucha de las mujeres por nuestros derechos.

¿Qué sucede hoy con esa mujer que quiere amamantar a sus hijes, trabaje o no? ¿Qué le pasa a esa mujer? ¿Qué puede hacer con la diversidad y cantidad de información que obtiene a través de las redes y por los medios de comunicación?

Sabe que quiere hacerlo, sabe que desea darle leche materna a su hije, pero se encuentra, todavía, sola. Sola porque la licencia por maternidad y paternidad, en nuestro país, parecen un chiste y no contemplan ni las necesidades, ni las relevancias individuales ni las sociales de su nuevo rol. Los profesionales que la asisten no cuentan con la información o preparación para la lactancia materna, o tienen limitados los tiempos de consulta disponibles. Los programas de los centros de altos estudios más prestigiosos de nuestro país aún no contemplan el enorme abanico que es necesario abordar frente a una mamá y su bebe alimentado con leche humana.

El obstetra vela por la madre hasta que llegue a término el embarazo y luego termina su ciclo con uno o dos controles. El pediatra se centra en los cuidados del bebé pero ¿quién se ocupa de la diada? ¿Quién atiende los aspectos que surgen de la interacción entre estos dos seres, la vinculación, la necesidad de uno del otro, el hastío, el cansancio, la presión cultural? ¿Qué le sucede a esa mujer, devenida mamá, que conoce de memoria las recomendaciones de la OMS en cuanto a la lactancia, y se encuentra frente a una dificultad concreta? Justo ahí es donde entramos las puericultoras. No solo para dar información, sino mucho más para brindar herramientas concretas frente al deseo de dar o no leche humana y las dificultades, físicas o sociales que puedan aparecer. Las puericultoras encaramos ese apoyo que antes venía con la red de tribu, vecinas, madres y suegras.

Las puericultoras nos formamos para acompañar y asistir a las diadas, con una mirada amplia que contempla su grupo familiar y el entorno que rodea a la misma. Desde la Asociación Civil Argentina de Puericultura (ACADP), nuestra misión es acompañar en los deseos a las familias, favoreciendo el vínculo, opten o no por la lactancia humana y sin juzgar. Lo hacemos con herramientas concretas y luego de cursar una formación exigente en cuanto a sus contenidos y evaluaciones.

Los indicadores de lactancia confirman el aporte de nuestro trabajo como puericultoras tanto dentro de las instituciones donde llevamos adelante los servicios de puericultura como a través de las atenciones en consultorio, ahora virtual. Los resultados reflejan un claro aumento en la tasa de lactancia exclusiva al alta que tenían en esas mismas instituciones antes de contar con el servicio de puericultura.

No es ni debe ser una tarea aislada. En estos espacios de trabajo, las puericultoras interactúan diariamente con todo el equipo de salud, generando un espacio multidisciplinario donde se nutren nuestros propios saberes así como los de aquellos profesionales con quienes nos integramos. Sobre todas las cosas, logrando nutrir a una diada que no debe quedar sola para alimentar sanamente a nuestra sociedad.

Estamos convencidas de nuestro rol social, nuestro importante aporte y relevancia. Tenemos las herramientas para demostrarlo y justificar nuestra labor. Nuestra función se hace cada día más visible y menos silenciosa, más demandada por las diadas y esto hace cada vez más necesario un reconocimiento oficial hacia nuestra profesión, a través de una ley que contemple las particularidades de la misma. Es un deber que tenemos como sociedad. El futuro se gesta hoy, en el día a día con esos niños que mañana serán nuestros adultos.

Directora Ejecutiva de ACADP (Asoc. C. Arg. de Puericultura).